Los hijos del divorcio
Una nueva generación se está formando en nuestra sociedad, la dinámica de la separación de las familias y el divorcio nos dan los detalles de la personalidad de esta nueva generación. Son personas que tienen requerimientos psicológicos y emocionales distintos a las personas que son educadas en el entorno de una familia unida de manera tradicional.
Las familias rotas por lo general pueden brindar menos soporte emocional a los hijos o menores que se crían en estas familias, simplemente porque los factores de inestabilidad familiar son más agudos que en las familias unidas, lo cual explicaremos a continuación.
Sencillamente, el hecho de que los padres de un niño estén y permanezcan separados tiene un efecto abrumador en el futuro desarrollo de los hijos, ya que el ideal de un hijo es que al abrir los ojos estén papá y mamá y que al llegar la hora de dormir estén ambos para brindar lo necesario para que el crecimiento se de física, psicológica y emocionalmente de manera sana.
Desafortunadamente, el incremento en el número de los niños nacidos en el seno de familias rotas en América -de 12 de cada 100 nacidos en los años cincuenta, a llegado a un nivel de 58 de cada 100 nacidos en los noventas- y se ha convertido en un ciclo creciente que por el momento no se ha logrado corregir y la afectación psicológica y emocional de la separación de los padres y el crecer en una familia rota, es un factor que deberíamos atender a fondo como sociedad. Si usamos una cifra conservadora, podemos decir que uno de cada dos niños actualmente proviene de familias separadas.
Factores como el divorcio y la separación tienen muchos efectos sobre el nivel de ingresos de las familias y las futuras generaciones, ya que generalmente el padre es el que proporciona el mayor ingreso de la familia y que en el mejor de los casos, en la separación se hará cargo de algunos de los gastos, pero, ya no en la proporción que se hacía al ser parte de la familia. Al momento de la separación, quien sale de la casa familiar tendrá que distribuir sus ingresos en otros gastos relacionados con una nueva vida.
Aún siendo tan considerable esta reducción de ingresos para la familia, este hecho apenas llama la atención pública en cuanto a la relación entre la ruptura matrimonial y la pobreza o limitación económica de las familias.
Comprensiblemente, las madres que trabajan al tiempo de su divorcio tienen muchas más posibilidades de salir adelante con sus hijos. Y las madres que no desarrollan actividad laboral al tiempo de su divorcio tienen la necesidad de lograr una conciliación de intereses con su ex pareja; que en muchos de los casos no se logra tan fácilmente, y esto se agrava ya que no existen fondos gubernamentales de apoyo para este tipo de necesidades familiares. Una mujer que depende económicamente de su marido, tendrá muchas mas dificultades para salir adelante.
Para una madre con hijos, el divorcio va a aumentar su responsabilidad económica y, normalmente, necesitará de horas de trabajo fuera de casa. El divorcio unido a las horas de trabajo adicionales también disminuye sus posibilidades para ejercer la maternidad. Estos factores van a causar estrés adicional en la mujer, este estrés se mostrará al interior de la relación con sus hijos, a través de mostrar mal carácter, depresión, angustia y desesperación. Por esta razón es de esperar que las madres solteras experimenten niveles más altos de enfermedades físicas y mentales, e incluso suicidio tras el divorcio. Todos estos factores tienen sus efectos sobre la familia y específicamente sobre los hijos.
Las consecuencias del divorcio fluyen de generación en generación, ya que los hijos del divorcio tienen mayores probabilidades de experimentar los mismos problemas y de trasladarlos, a su vez, a sus propios hijos. Es significativo que estos efectos sean marcadamente diferentes del efecto que causa la muerte de uno de los padres sobre sus hijos; de hecho, tales niños tienen menores posibilidades de divorciarse al llegar a ser adultos. Pero los hijos del divorcio son mas propensos a hacerlo, ya que crecieron con la imagen de que el divorcio es factible y que es algo que simplemente pasa y se puede hacer, lo cual se convierte en un pensamiento que no requiere de esfuerzo para estabilizar una relación.
Aunque el divorcio es en ocasiones necesario, no existe ninguno que pueda ser calificado como un buen divorcio. Los hijos en los matrimonios con grandes conflictos, o en situaciones donde hay violencia, se benefician con el divorcio, pero sería mucho mejor para ellos que sus padres terminaron con los conflictos, más que superarse por no ser capaces de solucionar sus problemas. Es necesario que los hijos de los matrimonios con conflictos de baja intensidad acaban peor tras el divorcio.
Incluso si un divorcio es realizado bajo un ambiente amistoso, y la pareja mantiene una buena relación tras la separación, e incluso aunque sigan queriendo y cuidando a sus hijos, esto no elimina la necesidad de reestructurar radicalmente la vida del hijo. El momento en el que los padres se separan es sólo el comienzo de la reestructuración. Posteriormente el niño se enfrentará a dos mundos, el de papá y el de mamá, los cuales serán con reglas diferentes y con personas diferentes; esto marca las primeras evidencias de la reestructuración que se presentará en la vida de los hijos del divorcio.
A pesar de un buen acuerdo en la separación, los padres tendrán diferencias, es mas, siempre las han tenido pero al vivir juntos más o menos se van diluyendo en la vida cotidiana, claro entre más problemática sea una relación de pareja las diferencias son más marcadas, pero al momento de la separación las diferencias se verán incrementadas por la falta de cohabitación de la familia y por los sentimientos negativos que conlleva la separación. Lo cual quiere decir que cada problema tendrá que esperar mucho más para ser resulto en el momento de la separación y el lograr acuerdos también es mucho más difícil y lento. Tras la ruptura, el conflicto entre los ex cónyuges puede quedar ya cerrado, pero el conflicto entre los dos mundos es todavía muy vivo y seguirá estando presente en la vida de los hijos.
Los hijos de las parejas divorciadas se ven forzados a entrar en un mundo adulto de responsabilidades y preocupaciones a una edad muy temprana. Ya que al vivir en familia los conflictos pueden ser resueltos un poco más rápido y los momentos de inestabilidad o incertidumbre serán mucho más cortos y eso brinda espacio para que los hijos puedan tener una vida más relajados y menos llena de preocupaciones.
La mayoría de los hijos tras el divorcio tendrán que asumir muchas más responsabilidades, lo cual no siempre es lo más adecuado para un niño, y en muchas ocasiones estarán atrapados en sentirse culpables de lo sucedido, o en otros casos, sentirán la necesidad de proteger a uno de los padres, generalmente es la madre a la que sienten la necesidad de proteger, cuando en la vida deberían ser los padres los que brindan el ambiente de protección para que los hijos se desarrollen.
La forma y las circunstancias que enmarcan el divorcio también suele herir a los hijos. En una situación ideal, los padres deberán reunir a los hijos y explicarles lo que esta pasando y lo que va a pasar con todos al momento de cambiar la forma en que venían viviendo. Sin embargo, la separación se desarrolla en un ambiente de confusión y caos, haciendo difícil que los padres organicen bien el anuncio inicial a sus hijos y la manera de enfrentarlo, ya que la mayoría de los casos, se busca que solo uno de los dos sea quien anuncie, ya sea porque se le da la responsabilidad por haber “fallado” en el matrimonio, o en otros casos uno de los dos se adelanta a dar el anuncio como una forma de acusar al otro de lo que está pasando.
Es importante señalar que para los adultos no es un tramite sencillo el enfrentar a sus hijos para dar una noticia de tamaño calibre, la mayoría de las ocasiones los adultos estarán vulnerables, avergonzados o bajo el shock emocional de la situación. Puede ser duro para los hijos ver a sus padres en esta situación y desgraciadamente es el momento en que los hijos tienen la necesidad de ser reconfortados, y es precisamente cuando los padres menos pueden apoyar emocional y psicológicamente a sus hijos.
Paralelamente surge otro problema en el periodo tras el divorcio, cuando los hijos tienen que enfrentarse a los conflictos y críticas entre los ex-cónyuges. Los hijos la mayor parte de las veces cuando escuchan criticas o injurias sobre uno de los dos, tienen que adoptar conductas de protección de si mismos, teniendo que ser muy cuidadosos y mesurados en sus comentarios, en pocas palabras, verán coartada su libertad de ser, ya que papá o mamá solo están pescado de los hijos más elementos para seguir en conflicto, lo cual quiere decir que están preguntando que hace, como vive, con quien esta o con quien sale, de otra manera se dedican a descalificar lo que hace el otro y los hijos se van a dar cuenta que cualquier información que se brinde podrá conducir a lastimar sentimientos o cosechar críticas sobre el otro progenitor y el hijo termina por quedar «entre la espada y la pared».
Es cuando los hijos pasan a ser prisioneros o rehenes de la inestabilidad emocional de los padres. Los hijos vivirán el desconsuelo, la amargura, inseguridad y tristeza de manera cotidiana luego del quiebre familiar.
Estos son los ingredientes principales que afectarán psicológica y emocionalmente a los hijos del divorcio.
Si estás viviendo una situación como la descrita o conoces a personas cercanas que viven estos conflictos no dudes en darles este escrito y dales el apoyo necesario para que busquen el apoyo de un especialista en el tema para encontrar el mejor equilibrio emocional del caso.
Terapeuta. José Jaime Martínez.
Sexólogo, Especialista en Hipnosis y en Programación Neurolingüística.